Hoy supongo que estoy dispuesta otra vez a vaciarme. Debería haber aprovechado estos días para estar sola y pensar, tiempo para mí. Sé que mis palabras son normales, pero mi actitud no lo es. Vivo en un mundo donde se odia al diferente, yo odio a los que odian por miedo. Me da asco ver como está todo. Me da pena y siento lástima. El frío se cuela entre los huecos de mi ropa y me cala los huesos. Me cala casi tanto como tú, es tu frío. ¿Dónde está mi tranquilidad? ¿Dónde están esas cartas que nunca llegué a enviar, y por qué nunca llegué a hacerlo? Ahora es todo muy raro. Ya no siento nada, todo está muerto. No queda libertad de expresión, no queda nada. La gente no quiere darse cuenta, pero ven que su actitud es nefasta y sus excusas son pésimas, y lo pagan con quien intenta ayudarles. No soy ese tipo de persona que echa las cosas en cara, no me gustan los reproches. Nunca he sido una niña común y tampoco sé si quiero serlo, es más; diría que no quiero. Necesito de mi tiempo, mi silencio. Esforzarme por volver y jamás irme de nuevo, pero eso no es posible. Siempre dando mi brazo a torcer sin saber quién lo torcerá por mi sonrisa. Las promesas se las lleva el viento y aquí ya ha soplado mucho. Esto está lleno de ventiladores con aspas cortantes que rasgan las palabras. Palabras vacías. Plan de manta y peli. Descanso.
Tengo frío, en el cuello, en las manos, en las piernas... En todas las partes del cuerpo que no se están rozando con tu piel. Sueño sin querer dormir, o sin querer despertar. Orquestas en mi tripa están anunciando el fin. Mis ojos se cierran, mi cuerpo se escurre por la suave y cálida cama. Quiero dormir, no me despertéis mañana.
Cuido sus sueños, porque él cuida los míos. Y como cada mañana, amanecerá y jugaremos en el parque, y cuando esté listo, solo cuando él quiera; volveremos a nuestro particular hogar. Allí donde el tiempo pasa fugaz como las ganas. Allí le doy mi cariño, allí me lo devuelve. Aunque a veces me saque de quicio, sin él no sería lo mismo.
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