No pueden oírme, pero yo puedo gritar más.

miércoles, 20 de julio de 2011

Si, esta vez escribo.

Creo que ya es hora.
Es hora de muchas cosas.
De saber quién soy y lo que de verdad quiero hacer. Con quién tengo ganas de estar y con quién no. Los días que quiero salir, y los días que quiero quedarme en casa sin hacer absolutamente nada. También estan esos días en los que te tumbarías en el césped a mirar el cielo escuchando algo de buena música. Quizá La Fuga. Vaya, eso me recuerda a que echo de menos a cierta persona. En fin, sigo.
Creo que no es necesario tener una conversación vacía, pero prefiero eso a que no me dirijas la palabra. Sí, sé que soy gilipollas y que no me merezco estar contigo. Sé que eres demasiado para mí. Y sé que todo lo hago mal. Pero aunque me pase más de la mitad de los días llorando, no me voy a cortar las venas. Supongo que soy tan masoquista que me quedo a ver como terminan los días, aunque la mayoría sé como acaban.
Pensé mil veces que el problema eran los demás, que no me entendían. Cada vez estoy más segura de que no es eso lo que en realidad sucede.
El problema soy yo.
Esa díficil persona que, al principio, parece simpática, pero según pasan los días se convierte en una pesada que dice cosas absurdas.
Sé que hago las cosas mal, porque es cierto, las hago mal; pero soy así. Me equivoco, sí, demasiadas veces, también; pero es mi forma de ser, voy de error en error y nunca arreglo las cosas del todo. Nunca acabo lo que empiezo, y si lo acabo es rápido y mal.
Me gustan los extremos, pero intento evitar que la gente piense así; es muy malo.
Ayudo lo que puedo pero nunca pido ayuda.
Soy un ser absurdo y creo que a pesar de algunos momentos buenos, solo hago daño.


Quizá algún día siga esta cosa. Maybe.





Bye.

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