No pueden oírme, pero yo puedo gritar más.

lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Me merezco esa prisión?

Si esa lágrima es verdad, olvida esa vieja canción.


Estar en casa y dejar la tele puesta porque te apetece escuchar una voz que no sea la tuya, solo para sentirte un poco menos solo. Tener animales cerca en vez de personas porque ellos no fallan.
Sentir que no importa, que ya da igual. Dejar pasar las cosas debido al cansancio de ir tanto tiempo detrás de ellas intentando arreglarlas. Pensar: ¿qué me merezco? Y no saber qué responderme.
No encontrar tu lugar en el mundo. Se puede huir de un sitio a otro, pero no de tus pensamientos. 
No sin droga, ellos siempre vuelven. 




Despertarse muy de malas y tosiendo, y teniendo el cielo para mí me quedé con esta esquina, suerte que la calle nunca termina. Por inercia voy perdiendo el sentido, me siento solo y escribo. En un palacio edifico cada sonámbulo grito, medito por no escapar. Encerrado en la nostalgia que provoca esta angustia hago magia para evitar la asfixia. Yo sé que hablo para fuera, pero grito para dentro. Con la convicción de bala perdida.

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