No pretendo hacerte daño, pero mis palabras son cuchillos.
Siento como me odia tu corazón.
¿No ves que estaba ahogándome en el mar de la rutina?
No suelo hablar de esto, supongo que porque es pasado, porque no queda nada o porque me jodió perder lo que me hacía feliz. Yo lo puse todo de mi parte, intenté hacerlo lo mejor que pude, a mi manera. No funcionó; tú no dejaste que funcionara. No te culpo, tú siempre has tenido tu forma de pensar y yo la mía. Es solo eso, que no sé, quizá si me hubieras dejado hacer las cosas a mi manera una vez más todo esto no hubiera pasado. O quizá sí. Si ha pasado es porque tenía que pasar, pero a nadie le gusta perder. Hablando de perder, sé que te acuerdas de nuestro juego. En el juego de perder a mí siempre me había tocado ganar, yo poco te podía dar. Pero ambas perdimos. Eso fue lo mejor, lo peor fue cuando me tocó perder de verdad, cuando tenía que decidir yo. Si lo pensaba tanto sería porque ya no me llenaba, porque necesitaba más, no lo sé. No sé por qué estoy escribiendo esto aquí ahora mismo, supongo que por la fecha... Recuerdos.
Ahora estoy bien, y creo que tú también estás bien.
Todas bien.
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