El dolor es una casa donde las sillas han olvidado como sostenernos, los espejos como reflejarnos, las paredes como contenernos. El dolor es una casa que desaparece cada vez que alguien llama a la puerta o al timbre, una casa que vuela por los aires con la minima brisa que se entierra hondo en la tierra mientras dos duermen. El dolor es una casa donde nadie puede protegerte, donde la hermana menor se hará mayor que la mayor, donde las puertas ya no te dejan entrar ni salir.
Cuando estoy con ella, hay alguien conmigo en mi hogar de dolor, alguien que conoce su arquitectura tan bien como yo, que puede caminar conmigo, de una triste habitación a otra, haciendo que todo ese laberinto de viento y vacío no resulte tan aterrador ni solitario como antes.
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